martes, octubre 11, 2011

Jobs, el mago de los gadgets

artículo publicado en Reforma el 10710/2011

Tecnología del deseo
Por Jesús Silva-Herzog Márquez

Steve Jobs fue el empresario extraordinario que cambió la industria de la computación, del entretenimiento, de la música. Sus inventos cambiaron el paisaje de nuestras casas, modificaron nuestros hábitos, transformaron nuestra relación con la tecnología. Jobs fue, ante todo, el diseñador de los objetos más emblemáticos de nuestro tiempo. ¿Puede hablarse de él como un artista? En algún sentido sí. Steve Jobs hizo una pieza de cada invento. Fundió como nadie lo estético en lo utilitario. Mucho se ha hablado de su talento comercial, de su capacidad para fundar una de las empresas más exitosas del planeta. Me atrae más el hombre que le imprimió un estilo a la tecnología. Se le ha comparado en estos días con otros grandes inventores de la historia y con otros grandes hombres de negocio. Su excentricidad, me parece, es que logró que la ingeniería trascendiera los linderos de lo práctico. Su éxito económico se debe, a mi juicio, al hecho de que sus máquinas reflejaban no solamente un ideal de modernidad sino también un arquetipo de belleza. Una modernidad atractiva; una modernidad que deleita los sentidos. La sensibilidad estética en Steve Jobs está a la altura de su intuición empresarial y su inteligencia tecnológica. Coordinó a uno de los equipos más talentosos para revolucionar los instrumentos que nos comunican y nos divierten. No eran solamente ingenieros que sabían de números sino también diseñadores que pensaban en formas, colores, ángulos y materiales. Coordinando las dos lógicas -la de los técnicos y la de los creativos- creó un imperio. Muchos han creado herramientas. Pocos las han convertido en objetos de adoración. Nadie como él ha sabido imprimir alma a la tecnología. Los artefactos con los que se asoció personalmente, las máquinas que bautizó públicamente en grandes ceremonias, no son objetos: son seducciones. El tecnólogo era, en realidad, un esteta.

Se ha ubicado al diseño como una creación inferior al arte: una creatividad al servicio de una función. Imaginación subordinada a un objeto que se reproduce mil veces. El artista rinde culto a lo inservible mientras que el diseñador se somete al dictado de lo útil. Pero el diseño, como nos recuerda Deyan Sudjic en El lenguaje de las cosas, logra captar "la belleza de la utilidad". Las Mac, las varias generaciones del iPod, el iPhone, el iPad son mucho más que contenedores de tecnología: son objetos de innegable poder estético. Nuestra relación con ellos no es meramente utilitaria. Nuestro vínculo es emocional, sensual, tal vez. Los inventos de Jobs son almacenes de música pero son algo más; son teléfonos pero son algo más; son instrumentos de trabajo pero también algo más. No me refiero al hecho de que cada cosa sirva para muchos propósitos: lo que digo es que, además de servirnos, satisfacen otro apetito. Objetos que nos recuerdan la vital aspiración de belleza. Creo que ésa es la principal aportación de Steve Jobs, su principal mensaje: la era del conocimiento tiene que ser también el tiempo de la sensibilidad estética, de la creatividad artística.

El famoso discurso de Steve Jobs a los graduados de Stanford se ha visto miles de veces en internet. Se trata de un conmovedor elogio de la autenticidad, la osadía, la resistencia y el entusiasmo creativo. En su mensaje, el fundador de Apple recuerda lo importante que fue para él el estudio de la tipografía, ese arte de la comunicación que suele pasar desapercibido. Una eme es una eme es una eme, pensarán los distraídos. Jobs, sin embargo, sabía que una eme helvética conlleva un mundo de asociaciones comunicativas. Más que hablar de su preparación técnica, de la utilidad de la inteligencia matemática, Steve Jobs optaba por hablar de esa estación del diseño gráfico. La pasión de Jobs por la tipografía reflejaba el respeto que sentía por aquello que la ciencia nunca lograría explicar. Sabía bien que la grafía de las letras de este periódico o de esta pantalla tiene una historia y concentra al máximo la vocación comunicativa del diseño. Cada fuente tipográfica se pone al servicio de la palabra, es vehículo de una idea y, al mismo tiempo, expone un concepto, una cosmovisión. La tipografía, el diseño de letras y símbolos, es una clave para ver el mundo. Cada letra debe ser creada con lupa para encontrar su equilibrio, su elegancia su legibilidad. Pocos se percatarán del oficio pero todos sentirán su peso. Ángulos, curvas, brazos, bastones, pies. Cada detalle importa. La tipografía también comunica otra lección: cada letra de una fuente forma parte de una familia. Lo mismo puede decirse de las criaturas que nacieron del equipo coordinado por Steve Jobs. Su código de diseño es patente. En cada nuevo artefacto puede verse la inteligencia de la tecnología y la elocuencia de su forma. Función y estilo.

Steve Jobs imprimió personalidad a la mejor tecnología de consumo masivo. Su logro no debe medirse solamente por criterios técnicos o económicos sino también estéticos. Sus maquinitas no son meros símbolos de estatus, objetos de un lujo accesible, representan una tecnología del deseo

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Bellos objetos esos creados por Jobs para los que llevan el estomago y la cartera llena, pero para aquellos sedientos del desierto que buscan entre la mentiras un poco de verdad, esos objetos no son más que chatarra que al igual que tu y yo envejecerán.

Anónimo dijo...

Tu cadencia en el lenguaje inspira eso que ni que, sin embargo el objeto del análisis parece ser tan solo un reflejo de un gigantesco espectáculo en el que la entrada esta reservada para los que han aprendido a alejarse de las figuras caleidoscopicas del ser.
un abrazo hermano

Anónimo dijo...

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Alexander Strauffon dijo...

De los gadgets, y de sobreinflar su valor a mas no poder.